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La “espiritualidad” cementa la ceguera de la niñez

 

Primera Parte

¿Cómo aprendemos a juzgar los sentimientos humanos, mensajeros vitales de nuestras almas, con un propósito protector?

Los sentimientos humanos son mensajeros vitales que deben tener una función protectora.  Estos transportan información importante mientras nuestros cuerpos y nuestras almas responden  al mundo que nos rodea, a las acciones y actitudes de los demás y a las experiencias que nos formamos, sobre todo a las traumáticas.  Sin embargo, muchas personas no tratan de acceder ni de comprender todos sus sentimientos, en cambio, sí juzgan a algunos de estos como “negativos” o “malos”.  Esta falsa manipulación de sentimientos no bienvenidos empieza en la infancia.  Padres, maestros y autoridades religiosas, entre otros, desean “buenos” –fáciles, obedientes y complacientes niños que muestren “buenos sentimientos”- pero no que critiquen ni protesten como resultado  del dolor, descontento, duda e ira.  Los niños que hablan sin temor y expresan sus sentimientos son a menudo ignorados, condenados y castigados, incluso físicamente;  el que sufre y se rebela tampoco encuentra respeto o compasión.

Para los adultos esta actitud se apoya en conceptos espirituales.  Los que aprendieron de niños a suprimir sus sentimientos  sustituirán los “malos” por  “emociones negativas”.  Continuarán presentando la fachada de un mundo agradable, atractivo, según sus primeras experiencias los obligaron a creer.  Para el tiempo en que han crecido, muchas personas temen profundamente  sus propios sentimientos, especialmente si sienten ira u odio; y la condena de sus “emociones negativas” penetra en sus creencias filosóficas, religiosas o espirituales.

Pero  los sentimientos que eran silenciados y reprimidos durante la infancia no desaparecen; permanecen guardados en el cuerpo, en cada una de sus células.  La ira y la furia que no podía expresarse hacia sus  propios padres emerge años después, cuando puede ser dirigida, con la aprobación de las religiones y las ideologías, contra sus propios hijos y “otros” que son  nombrados, por cualquier razón arbitraria y sin culpabilidad consciente, como diferentes, equivocados, malos, dañinos e indignos de formar parte de cierto grupo específico y de sus supuestas bendiciones como, por ejemplo: “después de la vida”, el “cielo”, la “iluminación” o la “reencarnación”.  Los no creyentes y aquellos que creen en la “forma equivocada” en el “dios equivocado” o que siguen “el camino equivocado” hacia la salvación, son condenados al infierno, como los niños que deben sufrir el dolor de las consecuencias de no ser bienvenidos, quienes son rechazados por estar equivocados o ser desobedientes, culpables y eliminados cuando dudan de las creencias de sus padres, mentiras e idiosincrasias.

¿Por qué tenemos sentimientos? ¿Somos  auténticos, verdaderos y reales si juzgamos y suprimimos nuestros sentimientos?  ¿Somos honestos con nosotros mismos si separamos nuestros sentimientos en “buenos” y “malos”,  y callamos los “malos”? ¿Vivimos siendo verdaderos con nosotros mismos y honramos nuestra conciencia si seguimos las creencias de los demás, a menudo formadas por muchos años, hasta siglos atrás, que claman ser válidas porque proceden de una “elevada fuente”?  En este aspecto, muchos de nosotros hemos tenido que vivir como niños cuando no tuvimos otra alternativa más que creer, obedecer y seguir a nuestros padres y a otros adultos.  Sin embargo, ir detrás de los otros y de sus creencias en la adultez nos previene de conocer quiénes realmente somos.  Nos convierte a menudo  en meras herramientas en las manos de personas peligrosas que no se conocen a sí mismos, pero actúan siguiendo un patrón interno destructivo del que no se hacen responsables y del cual sus seguidores no se atreven a reconocer ni a cuestionar.

¿Puede una creencia, a la que nos adherimos,  quitarnos de la verdad y del poder que cobra vida cuando entramos en contacto con nuestro yo verdadero, formado por nuestros propios, auténticos sentimientos y pensamientos los cuales nos conducen a nuestras necesidades, valores y metas?  Los sistemas de creencias exigen tener -las mismas- respuestas para todo y para todos; las toman usualmente de libros antiguos, tradiciones y autoridades respetables, especialmente religiosas o líderes espirituales, gurús y lamas.   Estos sistemas imponen reglas específicas que el creyente debe seguir, sin embargo, no le piden: “Conócete a ti mismo.  Confía en ti mismo.”

 

Segunda Parte

Las dudosas raíces de la meditación y la negación de las necesidades emocionales humanas en el budismo tibetano.

Actualmente, se reconoce el budismo tibetano como una práctica pacífica y calmada de meditación, sin embargo,  las personas no ven la realidad de esta religión brutal, con extrañas tradiciones, que ha usado la meditación como herramienta tirana para sofocar el poder de los sentimientos y la libertad de pensamiento crítico. No poseen un infierno como en el cristianismo, sino, dieciséis infiernos, que condenan al creyente del budismo tibetano con terroríficos escenarios de horror.  Esta controladora religión tiene la tradición de obligar a los niños a convertirse en monjes,  separarlos de sus familias, cortándoles el contacto con las mujeres y lavándoles el cerebro con estudios religiosos que deben aprender y recitar de memoria. En el contexto de esta religión inhumana, no importa las veces que sea invocada la palabra “compasión”, pues de su significado real  no son partícipes  precisamente estos niños abusados y rechazados.  Con el propósito de convertirse en un “iluminado espiritual”,  ellos están siendo privados del derecho humano de un saludable, digno desarrollo, de su libertad y de sus vidas.

Colin Goldner escribe en “El Mito del Tibet”:

“Sistemáticamente, el budismo tibetano cultiva personas con mentes y almas mutiladas.”

 “Aquél que no obedezca las leyes divinas de los lamas se encontrará a sí mismo, inevitablemente, en uno de los dieciséis infiernos.  Uno de estos consiste en ser sumergido hasta el cuello en un ‘maloliente pantano de excrementos,’ mientras, al mismo tiempo, es  ‘picoteado y roído hasta el hueso por  los afilados picos de navaja de los enormes insectos que allí viven.’  En otros infiernos uno es quemado, estrellado, exprimido y aplastado por grandes piedras o cortado en mil piezas por inmensas cuchillas afiladas. Y esto se repite constantemente por épocas inmensurables.  Lo que este tipo de karma, iracundo y patológico, provoca en las cabezas de personas simples y sin educación –sin mencionar las cabezas de niños de tres o cuatro años quienes son saturados con esta información- uno solo puede imaginárselo con estremecimiento. “

(Obtenido en: http://amer.humanists.net/Tibet.html)

¿Por qué el miedo y el control de nuestros sentimientos son  algo tan popular y extendido?  ¿Por qué no nos alientan a acoger todos nuestros sentimientos, a comunicarnos con ellos con una mente abierta para que conozcamos por qué nos sentimos de la manera que nos sentimos? ¿Será el viejo miedo infantil de las amenazantes represiones de los padres, retribuciones y ataques tan fuerte y predominante en nosotros?

Cuando nos fijamos en por qué estamos enojados, nuestro enojo puede ser justificado en ese momento, y conducirnos a realizar poderosos e importantes actos que protejan nuestras vidas, salud e intereses, y también a nuestros seres amados.  A lo mejor nos mueve a efectuar acciones y nos convertimos en activistas comprometidos en el trabajo hacia los cambios sociales, por el beneficio de otros y por el medio ambiente.  ¿Por qué querríamos meditar para eliminar este fuerte enojo, convirtiéndolo en una fastidiosa confusión así que lo neguemos y le quitemos su poder?

Pero, nuestro enojo también puede originarse en el dolor y la impotencia que sufrimos  durante la niñez, cuando tuvimos que enfrentar ataques injustos de padres iracundos y crueles y no pudimos defendernos, y cuando cualquier protesta hubiese amenazado aún más nuestras vidas.  Años después, cuando ese latente enojo  emerge se dirige contra personas más débiles, menos poderosas e inocentes, sobre todo, los niños.  Como autoridades poderosas, los adultos descargan su viejo e inconsciente enojo en aquellos ante quienes ya no sienten miedo, sino en control, donde se experimentan ellos mismos como dominantes e inducen al temor.  Qué puede ser infinitamente más difícil y atemorizante que hablar ante el poder, cuestionarlo y ver a través de los padres, conociendo las consecuencias de sus actos hirientes y sus actitudes, y darse cuenta cómo nos programan emocionalmente.  Porque para poder hacerlo, debemos confrontar el terror del niño que ha sido atacado, culpado, condenado y castigado.

Cuando en la adultez el enojo se convierte en un problema porque aparece claramente fuera de contexto y es volcado en personas inocentes, entonces debemos cuestionarlo y trabajarlo en terapia para entender sus raíces  y resolver su destructividad.  Horas diarias y años de meditación son incapaces de solucionar este tipo de enojo y odio, sino que lo prolongan siguiendo la costumbre de suprimir sentimientos indeseados, aspiración de  los intereses del poderoso, mientras permanecemos como inconscientes, controlables, niños y seguidores.

La práctica de la meditación  que los budas tibetanos propagan empieza temprano en sus vidas.  Consiste, principalmente, en recitar mantras, exigencias religiosas y dogmas, una y otra vez, hasta 100,000 veces, siguiendo ciertos pasos de una escala ritual que son parte de su práctica de meditación. Estos, sobre todo, tienen la intención de conducirte hacia la sumisión completa y la devoción de un maestro espiritual.  Incluso, si la gente en Occidente medita en menos formas de lavado de cerebro, los orígenes de esta práctica muestran que la intención de la meditación en el contexto tibetano era y no es entrar en contacto con uno mismo, sino en suprimir la conciencia de uno mismo, los sentimientos, el pensamiento crítico, justificando las necesidades y los derechos humanos para convertirse en un sujeto leal a la elite de los monjes.

En el mundo occidental muchos escogen no reconocer esta misógina, autoritaria, lavado de cerebro, religión, por lo que es.  Permiten que ésta no examinada estafa extienda su ceguera infantil.  Sin embargo, una buena mirada a la historia debe despertarnos ante el peligro de desarrollar y desear personas que siguen ciegamente a sus líderes adorados. Llevamos vidas auténticas si nos comprometemos durante nuestra vida en un proceso de estar en contacto con nosotros mismos, nuestros interrogantes y exploración de la realidad.  Basados en nuestras experiencias y observaciones, reaccionamos con sentimientos, pasiones, cambiando necesidades y propósitos de acuerdo a nuestro medio ambiente, a los problemas de la vida y a nuestro constante mundo cambiante. Esto nos convierte en lo que somos, y no así el acatar las creencias y prácticas de otros que surgen de siglos de negación, adoración ciega, manipulación, represión y hambre de poder.  Durante la infancia, no tenemos otra opción que aceptar las creencias de los demás, sobre todo la de nuestros padres.  No importa en lo que crean, no importa que el niño muchas veces note  discrepancias, contradicciones y hasta mentiras, pues él necesita a sus padres para sobrevivir y hará internas muchas de estas creencias.  Luego, seguirá a las autoridades, que pueden recordarle las creencias  de sus padres  o parezcan prometer visiones más humanas.  Hasta el día de hoy, ni los Diez Mandamientos, ni otra práctica religiosa o espiritual, ha creado seres humanos no violentos o sociedades que hayan dejado de odiar y de matar.  El Viejo Tibet –contrario a los mitos extendidos- era un lugar lleno de violencia y crueldad.

“La elite dirigente de los monjes ha explotado tierra y personas sin piedad con la ayuda de una amplia red de monasterios y estructuras de poder.  La pobreza  amarga y el hambre han dominado cada día en la vida del Tibet donde no hay facilidades educacionales ni de salud.  Similar a la sociedad hindú de la India, el Tibet ha mantenido una estricta jerarquía de castas incluyendo la de los ‘intocables.’   Condiciones de vida privilegiadas y  no privilegiadas fueron enunciadas y justificadas por el dogma del karma budista, el cual postula que la vida presente es siempre el resultado de méritos acumulados y, respectivamente, de errores de una vida anterior.”

 “El código penal del Tibet ha sido señalado por su crueldad extrema.  Algunas de las medidas usuales punitivas que se han mantenido hasta el siglo XX, consistían en palizas públicas, amputación de extremidades, extracción de  ojos y arrancarles la piel a convictos vivos y cosas parecidas.  Puesto que los principios budistas prohíben la matanza de seres vivos, los delincuentes son a menudo torturados casi hasta morir y luego dejados a su propia suerte.  Si mueren como resultado de las torturas, se considera que han sido causadas por su propio karma.”

 (Colin Goldner, El Mito del Tibet.  Obtenido en: (Obtenido en: http://amer.humanists.net/Tibet.html))

Y ahora en la década de los 90, una violenta pelea surgió entre los monjes budistas tibetanos de la comunidad de exiliados, cuando el Dalai Lama declaró públicamente como peligroso y  no más digno de adoración y oración, a uno de sus muchos dioses,  venerado desde tiempos antiguos.  Esta decisión (igual que otras incontables)  la tomó luego de preguntar a un “oráculo”,  proceso que transpira locura, repugnancia e inhumanidad.  Después, con gran irritación, visible en un video,  niega con aspereza la violencia,  provocada por él mismo entre sus leales y fieles monjes, después de su intolerante decisión, mostrando un intrigante y claro  despertar de la visión ideal que este hombre representa.

(El Dalai Lama y Dorje Shugden.  Televisión suiza.  Ver el video en:  http://www.tibet-internal.com/index.html?/Videos.htm)

Salman Rushdie dijo:

“La palabra espiritual debe ser eliminada del lenguaje inglés por lo menos durante 50 años...  ¡Hablar de una palabra que ha perdido su significado!  ¡Usted no puede pasear su perro sin hacerlo de manera espiritual! ¡Usted no puede cocinar sin hablar acerca de la espiritualidad!” 

(Entrevista de Spiegel con Salman Rushdie.  Obtenida en: http://www.spiegel.de/international/0,1518,433969,00.html)

Creencias tradicionales y falsas se desarrollaron en las religiones antiguas para ganar y obtener poder, inspirar e influenciar movimientos espirituales.  No está claro lo que “espiritualidad” quiere decir actualmente, porque estos movimientos se nutren de confusas nociones  de varios poderes de alto nivel  invisibles y no probados.  Las personas con creencias espirituales se ven a sí mismas como libres de creencias religiosas dogmáticas, pero luego de examinarlos más de cerca,  es obvio que sus conceptos espirituales también están formados por un sistema de creencias rígidas y dogmáticas que no alientan a sus seguidores a entrar en contacto con quienes ellos son realmente.  Alimentados por ideas vagas acerca de: “altos poderes”, “el universo”,  “el karma” y   “renacimiento y reencarnación”, entre otros, enseñan que la meditación y el perdón nos proporcionan “serenidad” y “paz interior”, y convierten inútiles etiquetas psicológicas  en una psicología popular engañosa que alega que el “ego” alberga “cosas malas”- como ser “crítico” y  “testarudo”- las cuales debemos superar.

Una mirada más de cerca a estas creencias, como el concepto de karma, y cómo fueron usadas en el pasado  por los sistemas religiosos y  también a veces por los políticos que los mantuvieron en sus puestos, nos revela  cómo estos  obligaron a sus súbditos a permanecer bajo su control.  En el viejo Tibet, la creencia del karma mantuvo a los siervos y a los esclavos agradecidos, subordinados y voluntariamente en su lugar porque se les culpaba cínicamente  a ellos mismos de sus vidas miserables.   La teocracia tiránica y cruel del viejo Tibet era gobernada con  puño de hierro por la elite, clase alta de monjes, sin empatía,  quienes no asumían responsabilidad alguna por las difíciles condiciones de vida de sus súbditos.  Ni respeto, ni compasión, ni cambios sociales,  a favor de los duramente pobres, oprimidos y explotados súbditos jamás se llevaron a cabo durante todas sus horas y años de meditación.

 

Tercera Parte

La trampa emocional de grupos de doce pasos y su traición de confianza

En el mundo occidental, los grupos de ayuda se han convertido en una herramienta predominante propagándose como “sanadores” y  de “recuperación”, en un esfuerzo por modificar los efectos de la capacidad autodestructora y destructora  de la agonía, y de una infancia miserable. Alcohólicos Anónimos afirma que sus doce pasos son herramientas útiles para la vida, y garantiza a sus seguidores una “dirección espiritual.”  Dos hombres alcohólicos y extremadamente religiosos, quienes afirmaban que la Biblia tenía todas las respuestas, fundaron AA en 1935.  Usaron la Biblia y su fervor religioso como instrumento  para la formación de la sobriedad de sus doce pasos.  Estos pasos no han sido cuestionados ni variados desde entonces, a pesar de lo que hemos aprendido de la psiquis humana y de la mente, las raíces del comportamiento destructivo y de los cambios  de personalidad como resultado de infancias adversas.  Las experiencias traumáticas  de niños rechazados y abusados tienen repercusiones devastadoras para  el desarrollo crucial del cerebro durante los primeros años de la niñez. (Ver el trabajo de Bruce D. Perry [Child Trauma Academy – http://www.childtrauma.org/] y de Martin Teicher [McLean Hospital, Havard Medical School: “Neurobiología del maltrato en la infancia” en inglés: "Wounds that Time Won't Heal" – http://www.dana.org/news/cerebrum/detail.aspx?id=3378] y tambien el articulo “Mentes fértiles en inglés: "Fertile Minds" http://www.time.com/time/magazine/article/0,9171,137214,00.html).

A medida que estos doce pasos se han convertido en un dogma para todo  tipo de grupos de autoayuda,  plantean la pregunta que estas implicaciones tienen para la sociedad, y si se esconde tras el resurgimiento del fervor religioso la ceguera que se puede observar en Estados Unidos.

Tan sólo el uso de  la palabra “espiritualidad” parece  proveer a los autores de estos doce pasos de una autoridad endiosada para conocer y hablar la verdad.  Sin embargo, pocas veces estos dos hombres, sus motivos, sus afirmaciones y sus historias han sido cuestionados.  La doctrina básica de las creencias espirituales es la conexión con  un “poder alto”, que también regula el sistema de creencias de los AA.   Los doce pasos  no lidian con las ideas de tratar de conocerse a sí mismo, entendiendo los propios sentimientos y la historia o  desarrollando la compasión por uno mismo y los resultados de un pasado traumático.  El Tercer Paso dice: “Decidimos entregar nuestra voluntad y nuestras vidas al cuidado de Dios según entendemos a Dios”  O sea que no es sólo la creencia en un poder alto lo que se exige, sino que uno debe también someter su propia vida y voluntad a esta entidad desconocida.

No obstante, ¿qué quiere decir actualmente: “alto poder” o “alto ser”? ¿Posee más conocimiento, más poder, talentos, recursos y mejores cualidades que nosotros?  ¿Dónde tienen sus orígenes estas imágenes idealizadas de un poder alto, que lo conoce todo? Lo que proyectan las personas en ese alto ser surgirá al final de las experiencias de la niñez –únicas experiencias reales que han tenido con seres con un mayor e interminable poder- de sus parientes y otros cuidadores a quienes tuvieron que someterse incondicionalmente.  Mientras más autoritaria y violenta sea la familia, más será aplastada la voluntad y la personalidad del niño. ¿A qué necesidades desviadas sirve el llamado de una creencia más alta si no es a la negación y al temor de la gente que diseñó estos doce pasos hace más de 70 años, sin ninguna investigación, ni conocimiento o experiencia psicológica, sino con un montón de creencias dogmáticas religiosas?

Por encima de una cuidadosa lectura, los doce pasos se han revelado como la continuación de una pedagogía negra, en la forma de una religión con dogmas constreñidos vendidos como progreso espiritual.  Ken Ragge escribe acerca del trabajo interno  real de los AA  en su libro “More Revealed” (en español: “Más revelado”, nota del traductor)

[en inglés – http://www.morerevealed.com]

“AA, como todos los cultos de control mental, busca controlar el mundo interior de la experiencia intelectual.  Este control no está limitado a un lenguaje cargado.  A uno le enseñan que no tiene el derecho a pensar sus propios pensamientos.  Sus pensamientos deben estar en ‘un plano más alto.’”

“No solamente no tiene un miembro de AA derecho a sus propios pensamientos, ésta restricción se extiende a la vida emocional según se detallará en el paso cuatro.  A los miembros de AA les enseñan a interrumpir sus propios pensamientos con técnicas específicas para este fin.

“AA alega que... la acción afirmativa es necesaria para ‘eliminar la voluntad propia la cual siempre ha bloqueado la entrada de Dios... o del Alto Poder.’ “

Las elaboradas exigencias de la sabiduría espiritual, disfrazan una trampa donde no encontramos nada más que la prolongación de unos mecanismos de una infancia estropeada, que han convertido  al  vulnerable, desamparado e indefenso niño a doblegarse ante los todopoderosos padres.  Los doce pasos empujan a las personas más profundamente hacia creencias absurdas, que fortalecen en la niñez la angustia del miedo, el odio hacia sí mismo y el agotamiento.  Convierten a los adictos al alcohol en un adicto creyente y  servil seguidor.  El aborrecimiento a sí mismo empieza con la introducción en las reuniones de AA: “Soy un alcohólico,” como si este fuera la parte más importante de la identidad propia.  Es una forma privativa de introducirse a sí mismo a los demás y nos enseña auto desprecio, no a amarnos a nosotros mismos.  Es cruel definirnos en esta forma tan anulatoria y limitada en el ámbito de los grupos de autoayuda.  Me recuerda a los niños que tienen que “confesar” ante padres reprobadores y enojados u otras autoridades que ellos son “malos.”  Este tipo de maltrato verbal y emocional es ahora reconocido como peligroso, destructivo y  abusivo alterador de la mente de un niño, además del abuso negligente, físico y sexual, con consecuencias devastadoras y perjudiciales de por vida.  El uso que hace AA de este tipo de “confesión” continúa la tradición de la pedagogía negra de provocar el odio a sí mismo.  Lo que asombra e impacta es que sus seguidores no lo cuestionan.

¿No es la intención ni la naturaleza de los sistemas de creencias el desear  seguidores que puedan no cuestionar a las autoridades que “lo saben todo”, sino que además deben ignorar y negar  lo que sienten, observen, experimenten y vean? Y, ¿no son estos sistemas de creencias un instrumento definitivo para ejercer el poder sobre otros, y mantener sus mentes y almas en la oscuridad, sin libertad, estancadas en las viejas ansiedades, obediencias y cegueras de la niñez?

Ken Ragge explica que en el Paso Cuarto, el miembro de AA “también aprende que debe suprimir la conciencia de la  ‘maléfica y corrosiva amenaza del temor.’”  Aunque iniciando con el Paso Uno, su motivación inicial en la vida es el miedo,  la persona no mantiene conciencia del mismo.  Estar consciente de lo que sucede con él mismo puede ser ‘peligroso’, ‘malo’, ‘no espiritual’ e ‘inútil’.  Las áreas de la vida emocional que deben expropiarse, para uno estar consciente, también incluye un amplio campo de emociones denominadas ‘autocompasión’ que incluyen: tristeza, soledad y sentimientos de desesperanza e indefensión.” (Ken Ragge, “More Revealed”)

Hoy conocemos cómo el rechazo y maltrato sufrido en la infancia es el resultado de comportamientos destructores y/o autodestructores.  El adicto pretende aliviar su sufrimiento, grabado en cada célula de su cuerpo, cuando usa una sustancia para controlar sus insoportables sentimientos, y necesita compasión, entendimiento y apoyo para enfrentarlos.  Pero ni los doce pasos, ni la oración, ni la meditación pueden darle una forma interna de comunicación honesta, libre y significativa cuando nunca la experimentó ni la aprendió durante su niñez.

(Ken Ragge en “More Revealed” – http://www.morerevealed.com)

AA coloca al adicto en una continua dirección de auto traición.  Sustraída ya desde su infancia, luego de un acceso verdadero hacia sentimientos y pensamientos independientes, el miembro de AA sucumbe a los doce pasos, que trabaja para reforzar la negación destructiva.  Solamente cuando los sentimientos emergen, son explorados y comprendidos, entonces el alcohol y otros parecidos dejan de ser necesarios para  adormecer y suprimirlos, para negar las viejas agonías.  Pero no es parte de la estrategia de AA el tener acceso a los sentimientos de uno, comprenderlos y conocer sus orígenes, por lo tanto, los doce pasos se convierten en un recurso fuera de tiempo, peligroso para mantener la ceguera infantil y el servilismo intacto.

“Cada incidente que provocó miedo, enojo, tristeza, dolor o soledad se ve desde una perspectiva que, de una forma u otra, muestra que la persona estaba equivocada.  Es un pecador.  Es culpable.” (Ken Ragge en “More Revealed” – http://www.morerevealed.com)

“Si en su infancia uno de sus eventos mayores fue la muerte de sus padres, entonces él ciertamente ha pecado y ha pecado en grande.  Puesto que la respuesta normal de los niños que han perdido a sus padres es sentirse triste, solos, heridos, indefensos, enojados y temerosos, es obvio para esta persona que ha sido culpable de auto compasión, resentimiento, miedo y ‘sensibilidad alcohólica.’  Esta persona debe comprender que permitir estas emociones  es el problema ‘real’.  Esto muestra  uno de los propósitos principales del Paso Cuatro: la institución del control emocional.  El indoctrinado debe trabajar para comprender que permitir la existencia de sí mismo fue la causa de todos los efectos enfermizos.” (Ken Ragge en “More Revealed” – http://www.morerevealed.com)

¿Por qué estas creencias dogmáticas y manipuladoras –afirmadas en la tradición de la pedagogía negra- han permitido el control y el lavado de cerebro de innumerables grupos de autoayuda del siglo XXI, en tiempos en que estamos aprendiendo más y más acerca de las causas de la adicción, de lo emocional y de las consecuencias del comportamiento del abuso y el rechazo en los niños?

En las doce reglas de AA, no existe espacio para la compasión por uno mismo ni para el niño que ha sufrido grandemente en las manos de unos padres represivos, crueles, autoritarios e inmisericordes.  Estas reglas exigen que para poder sentirse bien, debemos negar nuestro enojo, nuestras protestas y odio e incluso cerrar firmemente la puerta hacia  la confrontación de las respuestas suprimidas a los dolorosos y traumáticos ataques que se han realizado sobre el niño.  La ilusión del perdón no abarca ni libera a este niño.  Los adictos pueden encontrar una salida a su sufrimiento y a su dependencia si desarrollan la compasión por este herido y  lesionado niño y así por ellos mismos; si pueden comprender las razones de todos sus sentimientos especialmente aquellos de dolor e ira; pueden rebelarse contra los que los han lesionado y herido, y contra aquellos que lo causaron, y a través de este proceso tener acceso hacia sus verdaderas y auténticas necesidades.

En su ensayo “¿Qué es el odio?” Alice Miller escribe:

“Yo también creo que el odio puede envenenar el organismo, pero sólo  si éste es inconsciente y dirigido en lugar de otro para sustituir figuras o chivos expiatorios.  Cuando esto sucede, el odio no puede ser resuelto.  Suponga, por ejemplo, que yo odio a un grupo étnico específico pero nunca me he permitido conocer cómo me trataron mis padres cuando era niña, cómo me dejaban llorando durante horas en mi cuna cuando era un bebé, cómo no  me dieron suficiente muestra de amor.  Si éste es el caso, entonces sufriré de una latente forma de odio que puede perseguirme durante toda mi vida y provocarme todo tipo de sentimientos físicos.  Sin embargo, si conozco lo que me hicieron mis padres en su ignorancia y tengo  conciencia de mi indignación a su conducta, entonces no tengo necesidad de re dirigir mi odio hacia otras personas.”  (Obtenido en:http://www.alice-miller.com/articles_en.php?lang=en&nid=53&grp=11)

En otros pasos, el miembro de AA debe admitir a sí mismo, a Dios y a otras personas, la naturaleza exacta de sus “errores”.  Obligado a profundizar en sus sentimientos de culpa y auto acusaciones, el miembro puede no saber por qué ha herido a otros y cómo ha aprendido comportamientos destructivos y actitudes.  Puede no saber por qué siente lo que siente.  ¿Cómo puede amarse a sí mismo si no puede entrar en contacto con él mismo y sus experiencias?  Los doce pasos exigen que el alcohólico le pida a Dios que “sustraiga sus defectos;” buscar mediante la oración y la meditación, mejorar su  “contacto consciente con Dios;”  cómo “él lo comprende;” orar para “conocer la voluntad de Dios” para él y “el poder de llevarla a cabo;” y puesto que el “despertar espiritual” es el resultado de estos pasos,  se le pide tratar de “llevar este mensaje a otros adictos y practicar estos principios en todos sus aspectos.”  El pretexto de la “espiritualidad” es obviamente usado para encubrir un programa religioso y una cruzada.

¿Por qué tenemos sentimientos de “agravio y desvalorización? ¿Por qué sentimientos como el odio y el enojo son temidos y combatidos como “negativos” o “malos”, y por qué debemos sacarlos de nuestras mentes y de nuestros cuerpos?  ¿Por qué la pregunta acerca de dónde proceden la ira y el odio no se pregunta?  ¿Por qué hemos nacido con estos defectos problemáticos?  Me recuerda  una circuncisión donde una religiosa familia y autoridades médicas pretenden que ciertas partes de los órganos sexuales  de un niño o niña no son deseados, no tienen valor y son rechazados, por lo tanto deben ser cortados como un sacrificio para satisfacer un “elevado propósito” y “elevado poder”.

 

Cuarta parte

Mediante una efectiva terapia, respetamos la naturaleza humana, reclamamos nuestros sentimientos, verdadera identidad y aprendemos a proteger nuestra integridad.

Como un niño en su infancia, el creyente espiritual  permanece en el camino de seguir a las “elevadas autoridades,” debe negar y suprimir sus sentimientos mientras se carga a sí mismo con sentimientos de culpa bajo los cuales, su verdadero ser, yace enterrado por sus sentimientos genuinos y sus necesidades.  Demasiados niños deben vivir como impotentes e  indefensos recipientes de la culpabilidad y de la ira de los padres.  Ser cargados con sentimientos de culpa se convierte en el pan de cada día.  Han pasado por el infierno porque sus almas y sus cuerpos han sido torturados por la violencia ya sea ésta física, verbal, emocional y/o sexual, convirtiéndose en temor, sumisión y pérdida de su propia confianza.  Este infierno sólo puede reconocerse y liberarse en la adultez, si han logrado apoderarse de la experiencia de sus sentimientos y de protestar en la terapia acerca de lo que otros les han hecho pasar durante la infancia.  Cuando finalmente pueden colocar la culpa donde corresponde –en el perpetrador- y entender el largo tiempo en que ha sido suprimida, muchos sentimientos justificados de enojo y odio hacia los verdaderos culpables, provoca que se extienda la compasión y el amor hacia  ellos mismos.  Entonces, los viejos sentimientos cesan de atormentarlos y los conduce, y no son usados nunca más para herir y hacerle daño a los demás.

Este proceso de capacitación de crear un nuevo adulto consciente, que reconoce la realidad en vez de oscurecerla, nos faculta a ejercer el respeto y la protección hacia nosotros mismos.   Dándonos cuenta cómo ella fue convertida en una víctima indefensa debido a sus sentimientos y a la expresión de su largo y contenido dolor e ira,  el adulto abandona la victimización y la programación de sus padres reclamando su vida.  Cuando el miedo a los sentimientos  termina y la capacidad de sentir regresa, el verdadero ser puede surgir, hablar por la niña victimizada y el ahora consciente adulto mientras actúa a su favor.  Ella puede abandonar las nocivas relaciones, incluyendo las dañinas de sus padres, y escoger conscientemente nuevos valores.  Ella puede usar sus sentimientos y su perspicacia para convertirse en un padre o madre humano, un comprensivo amigo y pareja, encontrar un trabajo satisfactorio y construir una vida liberada y con sentido.

La exigencia de eliminar  los “sentimientos negativos” no considera la realidad del adulto ni la difícil situación del niño con sus padres en la cual nuestros sentimientos nos proporcionan percepciones importantes.  Es una petición peligrosa y desviada pues ésta no pregunta por la intuición, la comprensión y la honestidad sino que erradica a la víctima de su verdad mediante la negación.  Cuando nuestros sentimientos son sentimientos, expresados y comprendidos en un contexto traumático donde fueron silenciados, se convierten en reales y nos encuentran a nosotros.  Mientras no seamos más los huéspedes de las emociones silenciadas, la traición y la violencia  que han reprimido la verdad y nuestra identidad, el trauma pierde su poder sobre nosotros.  No podemos ser honestos con nosotros mismos si debemos suprimir las “emociones negativas.” Cuando todos nuestros sentimientos pueden ser sentidos, comprendidos y resueltos, somos liberados de la maldición de la negación, las mentiras y la sumisión.

La idea de la “sanación espiritual” está participando del campo de la psicoterapia, donde los terapeutas hacen posible que sintamos y conozcamos las cosas terribles de nuestra niñez, pero que también nos previene de estar verdaderamente del lado del abusador, niño abandonado que no se atreve a enfrentar la propia realidad de su niñez.  Solo los terapeutas que han dejado de temer sus propios sentimientos e historias, y que pelean por su propia verdad y libertad, pueden ser guías significativos en el camino hacia la liberación.  El proceso de reclamar su propia vida fracasa si el terapeuta confunde sus clientes al oscurecer su presente y realidad pasadas con los sentimientos espirituales.

Si nos atamos a nuestras creencias, no podemos entrar en contacto con nuestra realidad y con quién realmente somos.  Es un proceso constante de escuchar nuestros sentimientos y pensamientos; explorando y comprendiendo nuestro mundo interno; llegando a conocer nuestra historia y cómo ésta se ha formado durante nuestra niñez; preguntando nuestras acciones y creencias, nuestras  relaciones y nuestra forma de vida para poder estar conscientes de nuestras verdaderas necesidades y valores.  La niñez nos forma  en algo  profundo, ineludible, a menudo en una forma muy dolorosa y perjudicial, más que todo, emocionalmente.

La evasión y la represión de ciertos sentimientos no nos liberan.  Las características de control son visibles no sólo en cómo los seguidores de las creencias espirituales les piden tratar a sus emociones y a ellos mismos, sino también en la forma que funciona el sistema espiritual.  Pero, el  control no es la respuesta, sólo nos liberamos cuando nos aceptamos y nos comunicamos con nuestro verdadero mundo interior.

La indefensión de la infancia es reflejada en las imágenes de las doctrinas donde el creyente dependiente se baja arrodillado orando y sometiéndose al  todopoderoso “alto poder”, pero puede no levantarse, defenderse, usar su brazo y mente y sentimientos para defenderse ella misma, para detener las violaciones, la emocional, verbal y resoplidos físicos,  menor aún devolver el golpe.  Es condicionamiento peligroso, absurdo y horroroso a lo que los niños están sujetos,  el cual los entrena no sólo a aceptar el abuso, ataques degradantes y maltratos sin ninguna conciencia de qué es lo que realmente está siendo realizado en ellos.  Qué crímenes y decepciones son cometidos en su contra  que también los obliga a no reconocer y a  idolatrar a cambio a su perpetrador.

Impotentes, indefensos niños sin aliados  ni defensores de su lado, que deben capitular  e inclinarse ante la injusticia, la crueldad, la violencia de sus padres y otras autoridades quienes esperan ser adoradas, admiradas, y someterse como sujetos leales y fieles.  Si los adultos escogen vivir como seguidores devotos que  someten  su voluntad y verdad a un “alto poder”, virtualmente y figurativamente de  rodillas, están siendo traicionados en su conciencia y en sus vidas porque permanecen atascados en dependencias y cadenas infantiles.  Solamente si hacen lo que nunca pudieron hacer cuando niños: hablar y levantarse en defensa poderosa de sus derechos y humanidad, podrán reclamar su integridad, su independencia, su voluntad y sus vidas.

Las concepciones espirituales cementan la ceguera infantil porque las personas se apuran en continuar viviendo de manera inconsciente, como niños siguiendo las reglas y creencias de los otros.  Cuando nuestros sentimientos despiertan, dejamos la niñez atrás y podemos hacer lo que está tan prohibido durante la  infancia, y lo que es no bienvenido en los sistemas de creencia espiritual: sentir, cuestionar, criticar, contradecir.  El propósito de los movimientos religiosos y espirituales no es cuestionar la infancia de una persona, padres, las “autoridades” y sus actos, intenciones, control y reglas.  Esto es a lo que ellos grandemente temen y se oponen.  A cambio de  ser estimulados a conocerse y amarse a ellos mismos y a hablar, uno es requerido a arrodillarse e inclinarse en obediencia y devoción a un “alto ser” y, supuestamente, a “altos conceptos de la vida”, y así una actitud sumisa, temerosa, infantil, lavado de cerebro, se prolonga como la traición de la espiritualidad.

Cuando nos levantamos después de estar arrodillados para acoger nuestros derechos, también el derecho a sentir, nuestro propio valor y nuestra fortaleza, nos vemos envueltos en un círculo vicioso de negación, devoción, adoración y servilismo.  Las personas que se comunican con honestidad y compasión con su  mundo interior se convierten en seres humanos reales, vivos y conscientes con confidencia propia porque se conocen a sí mismos.  Ellos lidian con los problemas de la vida de acuerdo a cómo se sienten y a lo que han aprendido a darse cuenta como humano y significativo, mientras surgen nuevas situaciones.  Ellos no tienen  miedo de compartir sus sentimientos, ni de pararse y defender sus  convicciones.

 

© Barbara Rogers, septiembre de 2007

Traducido por Adriana Miniño

 

 

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